viernes, 5 de febrero de 2016

Niña, Roma

Niña italiana con flores. J. Sorolla. Cuadro pintado en Roma durante su estancia como joven artista becario


No me miras de frente aunque sabes de mi presencia.
Estás concentrada en la belleza de unas flores que no has tenido que pagar, una belleza que puedes sentir sin tener que comprarla. Y ellas son bellas ahora, por tu tacto, por tu mirada satisfecha, por tus labios que esbozan una sonrisa.
Cabellos desordenados, piel morena y no muy limpia pero sobre la que el sol consigue posarse iluminándola con reflejos cálidos. Una curva suave junto a tu cuello es la luna menguante, encendida en la noche de tu pelo. Luna sobre el Palatino devuelto al sueño del tiempo.
Silenciosa aunque con una voz que proviene de las callejuelas, de los juegos y algarabías de estar al aire libre. Voz bronceada y oculta.
Hablas y te escucho con una palabra que eres tú, que coincide contigo. Sólo tú te puedes decir sin traicionar lo que eres. Quizás las flores lo traduzcan en lenguaje de savia y perfume pero yo no soy capaz. Te me escapas. Trazos como lazos y mechones que siguen indómitos el primer viento.
Te alimentas de la blancura, olor, forma de las flores mientras pasas hambre. Y como el hambre te apareces en la vida cotidiana, doblando una esquina de cualquier calle. Podrías ser cualquiera pero eres siempre tú.
Niña, te quiero imaginar, dejando atrás el tiempo, sin saber cuál es la medida colmada de lo que puedes sufrir y sobre todo el fardo de cuánto harás sufrir –te aseguro que pesa-, niña con el vestido en jirones pero el alma de una pieza, ligera.
Niña y Roma.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Preciosas palabras para describir este cuadro que no conocía
me encanta Sorolla y el museo Sorolla en Madrid lo he visitado varias veces
gracias por descubrirme este cuadro

Hyperion dijo...

Un cuadro que nunca me cansaré de ver, aunque sea en una reproducción, e imaginar-sentir. Y para todo eso, sabiendo que te encanta Sorolla, no bastan palabras. Me alegra compartirlo y saber que lo disfrutas. Hasta pronto, Inmaculada.

Unknown dijo...

Es sorprendente cuánta belleza esconde lo simple. Una flor en el jardín, la caricia del sol mientras paseas de tarde, el olor a mar que se adelanta cuando todavía no podemos verlo en el horizonte. Un cuadro como éste, sin apenas formas, solamente sugerencias. Sugerencias de una niñez idílica, sugerencias de una libertad hoy día impensable, sugerencias de un aroma embriagador, sugerencias, sugerencias... ¿Realmente disfrutamos de una cosa cuando la poseemos o la fruición es mucho más placentera cuando pasa a nuestro lado y es tan efímero como el destello de una estrella fugaz? Vivir de los recuerdos, muchas veces, nos da la vida.