jueves, 22 de mayo de 2008

Ars Lunga

La noche pasó rapidísima en un profundo sueño del que no quedaban rastros de imágenes aunque sí la sensación de haber estado muy lejos.
El aroma del café fue el que dio un poco de conciencia a sus movimientos.
Seguía sintiéndose con una sensación de tensión como la que lo había acompañado hasta el sueño la noche anterior. No era sólo cansancio. La necesidad de conciliar las múltiples facetas que le presentaba su vida y la vida que contemplaba. Sabía que toda persona tiene sus secretos pero no se podía reducir la comprensión de una persona a una vida secreta. Hay relaciones que son difíciles de explicar e intenciones oscuras pero no se pueden reducir a complots inexplicables y subterfugios exotéricos que condicionan toda la vida. Ver en todo un misterioso lado de intenciones deja en penumbra el verdadero misterio de los claroscuros de la vida. Y Roma era sobras y luz en todo momento.
-¿Qué tal has dormido?
-Muy bien, gracias. Donde vamos hoy.
-La verdad es que no lo sé. Estaba ojeando el Roma c’è para hacerme una idea. Sabes, en esta ciudad con miles de eventos y lugares para visitar que son como un río de sabia, es difícil encontrar las fuentes que te indiquen donde tomar el agua... si es que no acabas enredado en la Red.
-Abre el libreto en una página y lee la primera noticia que encuentres.
-Ah! lo dejamos al caso.
-¿Por qué no?
-‘Piazza Mincio. Desde las 10.00 hasta las 14.00 Actividades para niños y mayores descubriendo la arquitectura del barrio del Coppedè. Visitas guiadas, juegos al aire libre’.
-Venga, vamos.
Era una mañana templada que presagiaba la primavera.
En Termini cogieron el autobús 86 y se bajaron en Piazza Buenos Aires, Piazza Quadrata para los romanos.
Pasando la fachada brillante de mosaicos de la Iglesia Argentina llegaron a la entrada del barrio como si fuera una ciudad aparte. La entrada es como un inmenso chaflán protegido por torres, pero sus piedras eran figuras que lo convertían en un palacio. Una mole medieval con arquitectura barroca, recovecos góticos, arcos de época imperial, pinturas que recordaban el renacimiento florentino, ventanas traídas desde el neoclásico nórdico de los Savoya... ’Artis praecepta recentis maiorum exempla ostendo’ Lo antiguo y lo nuevo, la vida cotidiana y lo extravagante, la geometría y las figuras, lo útil y lo supérfluo se daban cita convertidos en piedra.
Familias con sus niños jugaban entorno a la fuente adornada por pequeñas ranas, más prosaicas y rumorosas de las tortugas del Gheto. Varios animadores repartían colores, cartulinas y papel, organizaban juegos dibujados sobre el asfalto. Algunas personas más mayores se habían reunido entorno a un guía que teatralmente hablaba del edificio de la Araña, de el de las Hadas, de los Embajadores, Zodíacos, relojes de sol... como un mundo de sueños hecho realidad. Los pequeños jugaban y los grandes se contaban cuentos.
Un niño, gracil, bajito, de pelo corto y encrespado, corría de un lado a otro, se subía en las vallas, hasta que de repente uno de los animadores extendió en el suelo un gran rollo de papel. Una senda imaginaria y virgen que lo hizo dejar todo, coger sus rotuladores y construir su propio mundo.
Eneas se quedó mirándolo hacer. Movimiento irrefrenable y control, un camino blanco y un mundo interior de mil colores. Ese era el misterio que lo asombraba: mundos que se entrelazaban, que se superponían. El niño, el barrio, Roma, movimientos y quietud. ¿Qué será de ese niño? ¿quién lo verá crecer?¿Revolucionará el arte o conducirá un taxi como Armando? Su viaje, cualquier escena de cualquier plaza tendría ya sentido y al mismo tiempo un halo de misterio, de compleja sorpresa preparada por la Providencia.
Normal, pequeña, insignificante para la trayectoria del mundo, como la mano de aquella niña llamada Esperanza, era aquella mañana fría y clara.

viernes, 9 de mayo de 2008

Segunda Noche

Final del día. El cuerpo molido y los sentidos embotados por la cerveza, la pizza y el cansancio.

Eneas se queda con la mirada fija en este hombre que tiene delante. Último bástago de una noble familia, taxista de toda la vida y guardián del viejo convento en el que vive y que es la desconocida embajada de su lejano Tierra Blanca en el centro del Mediterráneo. Y ahora lo descubre solitario filósofo de la ciudad. Amante de la sabiduría que mana en sus calles, en sus gentes, en la mísma índole del tiempo que transcurre diverso. Un día en Roma pueden ser mil años medidos en el reloj de los encuentros, en la arena de la herencia terrena de tantas manos que ya son polvo.

Filósofo que ahora pide la cuenta con la normalidad de los gestos cotidianos, con acento romano y ademanes teatrales. Dentro de la realidad que hace un momento parecía tener en su mano para observarla y ofrecérmela como un regalo.

Salimos a la calle y al poco divisamos el ábside de S. Maria Maggiore y la punta de su alto campanario ‘Astra Deus Nos Templa Damus Tu Sidera Pande’ Es la siguiente anotación en el viejo diario que está guiando sus pasos y que ha venido a su cabeza mezclada con el frío de la noche demasiado iluminada para poder ver las estrellas que orientan en la oscuridad. No pudiendo reconocer el regalo divino del firmamento, difícil de adivinar entre el claror anaranjado de las farolas, le quedan los correspondientes regalos de cortesía que las gentes de Roma han hecho por todas partes a la Providencia: sus templos.

Mañana sus pasos buscarán el camino que está trazado para él o el que él se construya con las formas, con las estrellas que consiga descubrir, agrupar, seguir en su movimiento constante. Es tan compleja la realidad que le gustaría ser Jano con sus dos frentes. Sentarse ante los pies del Filósofo capaz de escuchar la realidad y leerla, para recibirla como un regalo. Maestro y discípulo, hijo pródigo y hermano mayor. Descubriendo que son ciertas ambas partes y que en esto está la realidad de este misterio de nuestra vida. No negar los extremos ¿pero cómo se unen?

-Hasta mañana.

-Buonanotte!!!

Y así, medio despierto, medio dormido entró en su habitación, se tumbó en la cama enorme para su pequeño cuerpo y se durmió teniendo como último recuerdo el bailarín de la llama en la lámpara de plata. A la noche de la ciudad se sumaba la segunda noche del que llega a un cruce en su camino.